Claves para una salud Duradera 2: El movimiento es la base
Hay un concepto fundamental que siempre hay que recordar, y es que “El cuerpo necesita moverse”.
Todos los tejidos están hechos de una sustancia llamada colágeno, que si nos fijamos, habremos oído nombrar en prácticamente todos los anuncios de cremas y estética, pero, ¿qué es el colágeno? El colágeno es una sustancia a caballo entre la plastilina y una goma elástica. Gracias a ella podemos estirarnos y deformar partes del cuerpo para adaptarnos a los cambios (como sucede por ejemplo con la tripa en un embarazo) y que después vuelva todo a su sitio (que es lo que todos los anuncios de crema cuentan). Hay una cosa en claro que nos recuerdan estos anuncios de estética, y es que de alguna manera, el colágeno pierde su calidad con los años, y lo que antes era terso, elástico y suave, con el tiempo va dejando de serlo.
¿Por qué? ¿Qué es lo que hace que el colágeno pierda su calidad con los años?
Esto principalmente sucede por dos factores. El primero es que el colágeno es una sustancia parecida a la gelatina que necesita mucha agua para estar hidratada, y desgraciadamente no solemos beber lo suficiente. No es cuestión de beber líquidos, es cuestión de beber agua pura, ya sea mineral o purificada a fin de tener los tejidos hidratados.
El segundo motivo para la degeneración del colágeno son los hábitos. Somos seres de costumbres, y solemos mantener siempre posturas semejantes: dormimos del mismo lado, nos sentamos igual en el sofá a ver la serie que nos gusta, tenemos una postura en el trabajo, incluso desgastamos la suela de los zapatos siempre igual. ¿Qué pasa cuando estamos mucho tiempo quietos, como cuando estamos sentados en la misma postura frente a un ordenador? Pues que nos duele todo, los tobillos se hinchan, estamos “como estancados”, e inconscientemente sabemos la solución: movernos. Sabemos que frente al ordenador, si movemos el cuello, hombros y espalda se nos pasa el dolor y podemos seguir. El cuerpo intenta hacer constantemente pequeños cambios de postura, incluso cuando dormimos, pero con nuestras costumbres, acabamos fijando posturas.
Cuando mantenemos una postura constante, el colágeno empieza a degenerarse, a darse de sí. Si cada poco tiempo cambiamos de postura, se mantendrá su elasticidad, pero si la mantenemos, poco a poco se irá deformando de manera que se va volviendo laxo y perdiendo su consistencia. Al degenerarse los tejidos, van perdiendo su capacidad de sujeción, y otras partes van teniendo que compensar, tensando y perdiendo flexibilidad en zonas que antes eran muy móviles. Esto es el motivo por el que con los años nos vamos volviendo rígidos y encorvados.
¿Cómo podemos evitar o retrasar esto?
La mejor manera y más barata, sin duda alguna es el ejercicio físico. El ejercicio tonifica las estructuras, obliga a mantener nutridos e hidratados los tejidos (si no, aparecen dolores), ayuda a drenar las toxinas y a mantener la movilidad del cuerpo. No hay más que ver a las personas que hacen ejercicio regularmente y a las que no lo han hecho nunca al llegar a los 40. Y cada año que pasa se nota más esa diferencia.
Por supuesto hay ciertos complejos vitamínicos que pueden ayudar a mantener nutrido e hidratado el colágeno, así como sesiones de Indiba, que “despierta” la capacidad regeneradora del tejido. Pero si además se acompañan de ejercicio, el efecto se verá potenciado, con lo que además de una piel más bonita, conseguiremos mejorar los tejidos internos.
Una vez entendida la base de por qué es beneficioso el ejercicio, y teniendo en cuenta que cada vez tenemos una vida más sedentaria, me gustaría intentar explicar una cosa que no se suele valorar y que es de vital importancia: el movimiento además de drenar y nutrir, proporciona el vigor suficiente para que el cuerpo se enfrente al estrés.
La respuesta del humano al estrés está basada en las reacciones automáticas que tienen todos los animales para sobrevivir a un peligro, y esto consiste en preparar al cuerpo para luchar o huir.
Para entender esto mejor lo mejor es observar cualquier documental de animales, en los que se ven a los protagonistas enfrentándose a constantes peligros, ya sea huir de un depredador, vigilar mientras beben agua, competir por una pareja, cazar cuando tienen hambre… todas son situaciones de estrés en las que el cuerpo aumenta su tensión y tono muscular para poder responder, y todas las respuestas ante un peligro son físicas: correr, pelear, saltar…
Fíjate en tu propia experiencia, cada vez que has tenido algún susto, situación tensa o una preocupación importante siempre ha pasado lo mismo: el cuerpo se pone tan tenso que te llegan a temblar las piernas, el corazón se pone a mil, te sudan las manos, aparece una sensación de angustia y una necesidad de hacer algo ya mismo, tus sentidos y cabeza se centran solo en eso, eres incapaz de cambiar de tema o pensar en otra cosa, tienes ganas de gritar… todas son reacciones físicas que te preparan para responder de forma rápida e instintiva.
Para que esto suceda se dan unas condiciones internas que hacen que el cuerpo esté muy activo, y estas condiciones se eliminan con el esfuerzo físico. Si no hay movimiento, esto se acumula, creando esa sensación de estrés tan común hoy en día.
Pero a esto hay que añadirle una particularidad. Todos los animales tenemos que enfrentarnos diariamente a peligros externos, ya sean reales o potenciales. La ventaja y desventaja del hombre es su capacidad de prever. Somos el único animal que cuando piensa en algo es capaz de imaginarse qué es lo que puede suceder… y no solo imaginarlo, sino que además lo siente como si fuese verdad, provoca las respuestas físicas necesarias para ese momento (para entender esto no tienes más que ver una película de miedo o leer una novela erótica y observar los cambios físicos que se producen en tu cuerpo). Esta característica tan humana es la que nos ha permitido evolucionar como especie. Sabíamos que vendría el invierno, así que construimos una casa para resguardarnos, almacenamos comida, sembramos y preparamos ropa.
Pero esta historia es una navaja de doble filo. En nuestra sociedad actual carecemos de peligros físicos reales, estamos aparentemente muy seguros, pero sin embargo tenemos problemas a los que enfrentarnos: conseguir dinero, cumplir objetivos, pagar las letras del coche, tener una notas suficientes que me permitan acceder a la carrera que me gusta, quedar bien con mi suegra, poder tener pareja sin que el abogado se meta por medio, etc. Son todo cosas que preocupan y estresan, de resolución a largo plazo y lo más importante, que no requieren esfuerzo físico inmediato, por lo que el estrés se va acumulando poco a poco en el cuerpo.
A esto hay que añadirle que las normas sociales nos instan a mantener la calma: no gritar, no correr (ni siquiera en coche), no dar un golpe en la mesa, hablar sin que se nos note la tensión, etc., por lo que no sólo eliminamos toda forma de reducir el estrés del cuerpo, sino que lo aumentamos, ya que en el fondo, es imposible mantener siempre la calma.
Hacer ejercicio de forma regular ayuda a eliminar toda esa tensión acumulada. Cuanto más saludable esté el cuerpo, mejor puede descargar la tensión y responder ante cualquier situación, por lo que se reduce el nivel de estrés. De ahí la famosa frase: mens sana in corpore sano (mente sana en cuerpo sano).
Por estos motivos, hacer ejercicio físico de forma regular, más que saludable se convierte en una necesidad, de manera que además de nutrir y mantener elásticos los tejidos, descarga el cuerpo del estrés.
A la hora de planificar el ejercicio, un detalle muy importante a tener en cuenta es la dosificación. Debe ser siempre adecuado a cada tipo de cuerpo y edad, empezando siempre de forma progresiva, de manera que nos vayamos adaptando, al igual que cuando tomamos el sol.
Y por supuesto, una pregunta que siempre aparece, ¿Qué deporte es más recomendable?
Sin duda alguna, el que te guste. Esto es así por varias razones: la primera y más importante, es que así garantizas una continuidad, y la segunda es que cada cuerpo es un mundo, y normalmente nos gustan los deportes acordes a nuestras necesidades.
Una posibilidad es chequear el ejercicio siguiendo las instrucciones de los libros de Jose Luis Godoy “El Lenguaje con el Cuerpo” o consultar con un profesional que sepa adaptar el ejercicio a tus necesidades.
Recuerda: El ejercicio es la base del mantenimiento del cuerpo
Javier Velasco
Fisioterapeuta del Equipo de Antiterapia y miembro de la consulta de José Luis Godoy
Madrid
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