En la formación del embrión, los seres vivos mantenemos cierto tipo de componentes comunes fruto de la evolución.
Analizado por los neurofisiologos, mantenemos en la forma de crecer el embrión estructuras similares del pez, del reptil y del mamífero, diferenciándonos del resto de las especies en la capacidad de crear, de utilizar herramientas fruto de una cualidad, la de reflexionar sobre nuestros actos y por lo tanto, sobre nosotros mismos.
Comprender cada una de las partes de nuestro cerebro nos permite obtener una imagen ampliada del ser humano, de sus actitudes, emociones, tensiones, adicciones, limitaciones y posibilidades.
Un reptil tiene acciones de luchar o huir, delimitando su territorio de caza o sexualidad (puesto que no mantiene relaciones con sus congéneres), con estas dos posibilidades de acción. Todos tenemos parte del cerebro del reptil, comprender esto libera de la carga de las acciones que hemos cometido bajo la tensión de ciertas situaciones donde no hubo otra posibilidad de elección, por lo que hicimos una acción que después hemos reflexionado como impropia, sin embargo, la tensión permanece como un aprendizaje más que nos acompañará el resto de nuestras vidas.
Los mamíferos se distinguen por la capacidad de relación, hay una capacidad de emoción, de juego que prepara a la jerarquía y de mantenimiento de esta por medio de rituales. En todo esto, el sonido y los signos externos son imprescindibles para tener una comunicación con los demás individuos de su especie para poder sociabiliazarse y transmitirse todo tipo de informaciones que se mantienen durante toda su vida.
Cada zona del sistema nervioso es el desarrollo de miles de años de especialidad, un aprendizaje que se transmite a través de generaciones en una memoria accesible instantánea que forma parte de la capacidad de proceso de la persona.
Valorar la morfología y fisiología del sistema nervioso permite desarrollar los test adecuados para descubrir las posibles tensiones que guarda.
Si bien nacemos con una capacidad de proceso, durante la vida hacemos frente a cientos de estímulos aprendiendo de ellos o guardando tensión al haberlos resuelto como hemos podido, en los casos emocionales, o como el cuerpo pudo en los casos traumáticos.
Unas sencillas regulaciones puede ayudar a quitar tensión en las zonas donde se encuentre, con lo que la persona recuperará la energía que se encuentra atrapada durante años, una energía que su cuerpo utilizará de nuevo donde más lo necesite, para repararse o aprender.
Descubiertas las zonas posibles de tensión abren al terapeuta la dimensión de la percepción vista desde el ángulo evolutivo, lo que permite observar tensiones físicas, comportamientos emocionales y dificultad de mantener un correcto esquema corporal, que de una manera crónica pueden haber acompañado a la persona durante años, sin posibilidad de cambiarlos y que se alivian al quitar tensión de una cicatriz causada veinte años atrás.
Los trabajos de armonización sencillos de realizar permiten obtener resultados sin esfuerzo, las terapias reflejas encuentran en esta vía su mayor efectividad por lo que las herramientas del terapeuta que haya practicado masajes o reflexología de cualquier especialidad tienen el campo abonado en esta dirección.
Las terapias de sonido y las terapias ocupacionales encuentran una forma de trabajo poderosa que sirve para armonizar movimientos como el gateo que nos proporcionan diferentes autores.
La explicación del sistema hormonal abre de nuevo un terreno a tener en cuenta a la hora de observar al hombre como un todo, sabiendo que la suma de sus partes no lo llegan a ser, pero reflejan el todo.
Todo un mundo por descubrir y muchas tensiones que aliviar. La sencillez de este tipo de trabajo da como fruto resultados que sorprenden tanto al terapeuta como al paciente.
Jose Luis Godoy Muelas
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